Bien, en éste enlace de Wikihammer 40K podréis ver el resultado final y las impresiones de los jueces sobre cada relato. Y ahora, como no podía ser menos, os dejo mi relato que se titula La última gran cacería de Ragnar Blackmane. Espero que os guste.
Por cierto, he editado la entrada para añadir lo siguiente. Ésta mañana, cuando puse la entrada, no tuve tiempo de agradecer a Wolfen y a Ronin sus votos, ambos obsequiándome con medallas de plata. Muchísimas grácias chicos =)
LA ÚLTIMA GRAN CACERÍA DE RAGNAR BLACKMANE
Capítulo 1:
Llegada a Alsanta
Aún estremecía tras su paso por cada rincón de la galaxia los
sonidos de los propulsores del Crucero de Asalto que nos llevaba al planeta
Alsanta para lograr la misión para la que habíamos sido enviados: encontrar
supervivencia humana tras los continuos ataques de la marea verde. Los Orkos
habían conquistado Alsanta, un planeta alejadísimo de muchos controles
imperiales, pero que en su interior había vida humana que comenzaba a ampliar
sus posibilidades de lucha, y el adiestramiento era tan real como el despertar
del sol. En el amplísimo informe donde recibimos las órdenes pertinentes, nos
detallaban la posibilidad de que los supervivientes humanos estuviesen encerrados
en el interior de una profunda prisión de uno de los palacios centrales. ¿Pero
por qué fuímos los Lobos Espaciales los elegidos para esa misión que podría
haber realizado cualquier otro Capítulo que tuviese soldados más cerca de
Alsanta de lo que nos encontrábamos nosotros días antes? Tal vez fuese el
destino o la casualidad, incluso puede que fuese una misión del mismísimo Leman
Russ que nos guió hacia allí, pero estaba claro que nuestra inspiración de
amparar a toda llamada de ayuda de la humanidad nos cautiva a un futuro que en
muchas ocasiones nos lleva a combatir y alzar las palabras del emperador de
igual manera que un Lobo de Trueno se enfrenta a menudo contra las tormentas
gélidas fenrisianas.
Cuando aún faltaba poco para la llegada a Alsanta, una de
las puertas ocultas de la nave emitió una luz cegadora segundos antes de
comenzar a abrirse. En su interior, una silueta formaba la figura de un soldado
de pelo largo vestido con su servoarmadura detallada con la piel de un lobo
negro, y acompañado de una espada gélida. Nuestras piernas empezaron a titubear
ante semejante acontecimiento, pero la calma se aproximó fugazmente. El hombre
se alzó y comenzó a caminar hacia nosotros: era uno de nuestros más grandes
Señores Lobo, el gran Ragnar Blackmane, versado en cientos de combates contra
nuestros más molestos enemigos, y conocedor como pocos del valor que sentimos
todos y cada uno de los Garras Sangrientas del capítulo. Una vez teníamos clara
su imagen, nos miró a todos y cada uno de los allí presentes, alzó su espada
gélida y nos dijo: - ¿Sentís la mísma
ansia que yo por acabar con esos apestosos pielesverdes? Pues acompañadme
hermanos, porque hoy nuestros enemigos lamentarán haberse cruzado con nosotros
una vez más. Por Russ!!-.
Una motivación de tal magnitud sería la que nos permitiría
tomarnos esa misión con más soberbia si cabe, incluso más impulsados a ese
combate de lo que estaríamos si nuestros rivales fuesen esos traidores de los
Marines del Caos. Ragnar Blackmane nos dio las órdenes de tomar posiciones
hacia cada una de las seis cápsulas de desembarco que nos permitirían caer
justo en el centro de la oleada de orkos a la que debíamos combatir; el mismo
Señor Lobo quiso liderar la Cápsula que tomaría tierra en primer lugar, así que
se sumó a una unidad de cuatro valientes Guardias del Lobo con armaduras
acorazadas Dreadnought. Los Exterminadores de los Lobos Espaciales son una
unidad mítica en nuestro capítulo, y siempre que han liderado una unidad como
Jefes de Manada lo han logrado incluso superando con creces los límites de
cualquier ser humano; nos guían, nos adiestran y para todos y cada uno de
nosotros son ejemplo a seguir en el campo de batalla (es por eso que a ninguno
de los que íbamos a seguirles en la misión nos extrañó ver que Ragnar Blackmane
quisiese ir acompañado de varios de ellos).
Las escotillas del navío comenzaron a abrirse para la salida
de las insuperables cápsulas de desembarco. A pesar de que el cielo de Alsanta
se tomaba de un tono rojizo como si una lluvia provocada por el dios de la
sangre estuviese asolando el planeta, las cápsulas lograron abrirse espacio en
la atmósfera del planeta, perforando a las nubes de forma demoledora y abriendo
en ellas espacios amplísimos. Como era de esperar, al ser su cápsula la primera
en despegar de la nave espacial, Ragnar y sus Guardias del Lobo fueron los
primeros en pisar la tierra firme de Alsanta, a la espera latente del resto de
nuestras cápsulas. Al observar la magnitud del terreno y del posible ataque
enemigo, Ragnar Blackmane miró hacia todas partes visibles desde el punto de
aterrizaje de la cápsula, y observó algo extraño e inquietante: los Orkos
estaban comenzando a trabajar en una especie de Titán gigantesco, parecido a
los típicos Gargantes que los Orkos llevan planificando desde hace siglos. Un
centenar de esos horribles alienígenas rodeaban en varios puntos cercanos al
Gargante en construcción. Apercibidos por el estruendo de las cápsulas, los
Orkos sintieron que una amenaza se les aproximaba con la presencia de aquellos
humanos de armadura gris; Ragnar Blackmane ordenó a sus Exterminadores que le
acompañasen hacia el enemigo, diciendo: -No
os preocupéis hermanos, tenemos muchas posibilidades de acabar con el enemigo a
pesar de que su número sea incontable a simple vista-. Mientras la unidad
de Ragnar avanzaba, cayeron nuestras cápsulas dispuestas a dar todo por lograr
la misión y ayudar a nuestro Señor Lobo a conseguir la victoria. Se avecinaba
un combate que se presumía sanguinario, y realmente así fue. Las tres últimas cápsulas,
nada más llegar al planeta, dispararon sus lanzamisiles viento de muerte sobre
la marea de pielesverdes, que perdieron a varias decenas de guerreros Orkos
debido a las explosiones vandálicas de nuestros disparos de artillería. Nuestra
fuerza de combate, aunque era inferior en número a la de los Orkos, estaba
formada por la unidad de nuestro Señor Lobo y su Guardia del Lobo, otros diez
Guardias del Lobo en otra cápsula, una treintena de Cazadores Grises armados
con el insuperable armamento imperial, y nuestra unidad de valerosos Garras
Sangrientas dispuestos a acabar pronto con esos Orkos; nos acompañaba el
Sacerdote Rúnico Lupus el Sabio, conocedor de muchas sagas y contiendas de
nuestro capítulo, además de que era un experto luchador y un acérrimo rival que
los Orkos habían tenido que rivalizar en más de una ocasión.
Una jugada inesperada de los Orkos no nos hizo retroceder:
parte del Gargante estaba en funcionamiento, al menos uno de sus brazos, el
cuál se giró hacia nosotros y disparó sobre una unidad de Cazadores Grises que
vió mermado su número de Marines ante la explosión del cañonazo alienígena.
Cuando Ragnar vió que esa monstruosidad podría dar más de un dolor de cabeza,
ordenó a una unidad de Cazadores Grises que había conseguido superar sin bajas
ese disparo estremecedor, que se dirigiesen hacia el Gargante mientras todos
nosotros nos asegurábamos de que el camino estuviese despejado. Para facilitar
el trabajo, las cápsulas abrieron fuego por el flanco que los Cazadores Grises
querían usar para acercarse al monstruo metálico orko, y de nuevo los disparos
del lanzamisiles viento de muerte causaron estragos en las líneas orkas. Lupus
el Sabio nos cubrió a los más cercanos con una tormenta psíquica que hacía
imposible que los Orkos tuviesen una visibilidad clara hacia nosotros, lo cuál
nos permitió avanzar hacia ellos sin temor alguno. El combate comenzó justo en
el frente de nuestro ataque, cuando Ragnar Blackmane y sus Exterminadores
comenzaron a barrer a una unidad de Guerreros Orkos: Las garras del lobo y la
combinación de escudos de tormenta junto a martillos trueno, se alzaban para
abrir una gran brecha en las líneas de ataque de los Orkos. Percatados de lo
que estaba sucediendo y lo que ello podía acabar aconteciendo, una unidad de
cinco Meganobles Orkos dirigidos por un gigantesco Kaudillo se bajaron del
Kamión que les conducía al combate, y asaltaron a la unidad de Ragnar. El odio
de los alienígenas hacia la humanidad se hizo latente en cada golpe y grito que
lanzaban al aire, viendo que sus rivales les estaban haciendo frente sin miedo
alguno.
Por el lado derecho de nuestra ofensiva, nuestra unidad
apareció de la nada al abrirse espacio por la nube psíquica para asaltar a los
Guerreros Orkos. La invectiva de éstos no se hizo esperar, y el combate atroz
se empezó a palpitar en el ambiente; los enfurecidos Orkos no desaprovechaban
la ocasión de intentar acabar con nosotros ayudados por su rebanadoras,
mientras que nuestras armas de combate hacían lo propio sobre los pielesverdes.
La Guardia del Lobo que había bajado en su solitaria cápsula nos apoyó en ese
combate contra el interminable número de líneas de Orkos; solo con su empuje
los Orkos comenzaron a perder a incontables números de soldados en sus filas,
lo que proporcionó que el combate fuese decantándose a nuestro favor.
Cuando el combate estaba alcanzando su momento álgido, una
explosión trascendental se apreció cuando la nube de humo de disipó: los
Cazadores Grises que habían corrido por el costado para dirigirse hacia el
Gargante, consiguieron acabar con éste tras varios disparos de sus rifles de fusión
y tras la colocación de varias granadas perforantes; posiblemente, los Orkos no
habían tenido tiempo de haber activado los blindajes electrónicos que habrían
aumentado la posibilidad de que el estrambótico robot hubiese soportado esos
daños aparentemente indebles. Los Orkos, atónitos por lo sucedido, sólo
pudieron entrar en cólera tras éste incidente que era el que les daba esos
arrebatos hacia la lucha contra los Lobos Espaciales allí presentes. El momento
de incertidumbre no fue desaprovechado por Ragnar Blackmane que, ante la
situación de desorganización por parte de los Orkos, vió que el momento de
acabar con los Meganobles había llegado; alzando su espada gélida y aullando
como cada vez que la situación de combate lo requería, el Señor Lobo hincó
hasta la mitad de la hoja de su espada en el corazón del Kaudillo que sangraba
atónito por el golpe mortal que acababa de recibir en su cuerpo. Pero el Orko
no iba a morir sin intentarlo una vez más, así que antes de sucumbir ahogado
por su propia sangre, éste intentó golpear por última vez a Ragnar pero el
Señor Lobo de la melena negra es poseedor de unos reflejos que ni siguiera un
Señor Fénix Eldar puede igualar, y consiguió esquivar ese último golpe del Orko
que hubiese supuesto un dolor incontrolable para Ragnar Blackmane de haber
tenido éxito.
Los Exterminadores, a pesar de haber sufrido un número de
bajas mínimo (ya que tan sólo dos de nuestros hermanos de esa unidad fueron
víctimas de los golpes de instinto asesino de los Orkos) tuvieron energías para
acabar con el resto de Meganobles. Los poseedores de los martillos trueno
fueron capaces de inmolar a los Orkos de armadura pesada, estupefactos por lo
que les acababa de pasar. Lo último que sus ojos pudieron ver es a los
Exterminadores dándoles esos golpes que eran capaces no solo de aturdir, sino
de dejar boquiabiertos al resto de las unidades de Orkos.
El resto de unidades de pielesverdes fueron abatidos en sus
respectivos combates. Del total de Lobos Espaciales que habíamos comenzado el
combate, habíamos sobrevivido Ragnar Blackmane, Lupus el Sabio, una unidad
completa de Cazadores Grises y otra que había quedado reducida a tres Marines
Espaciales, dos Exterminadores de la unidad del Señor Lobo, seis Guardias del
Lobo y cuatro miembros de nuestra unidad de Garras Sangrientas.
-¿Veis hermanos?
¿Entendéis ahora el por qué nuestro Gran Lobo nos adiestra de una forma tan
dura que ningún otro humano podría soportar para convertirse en un soldado del
Emperador? Nuestros enemigos son numerosos, nos odian, pero sobre todo nos
temen, y eso es algo que jamás debemos perder en un combate: nuestro honor de
ser los Hijos de Leman Russ.-
Las palabras de ánimo de nuestro Señor Lobo nos hacían poseedores
de una confianza que sólo un gran guerrero como él es capaz de implantar. Una
vez dichas éstas palabras, Ragnar Blackmane ordenó por radio que un escuadrón
de Land Speeders bajase del navío espacial y aterrizasen justo a dos kilómetros
al norte de donde nos encontrábamos, puesto que esa era la más que probable
dirección de la prisión donde supuestamente los Orkos habían retenido a muchos
de nuestros hermanos humanos. Tras ésta acumulación de sucesos, nos pusimos
rumbo andando en la dirección norte que nos marcó Ragnar. Minutos más tarde, la
radio lanzó un pitido el cuál declaraba que íbamos a recibir un mensaje: -Soy el piloto de uno del Land Speeders Alfa
número 1. La prisión se torna de una forma desastrosa, aparentemente desde el
exterior no se aprecia que haya vida en su interior.- Nuestro Señor Lobo
les ordenó que tomasen posiciones de defensa mientras nos dirigíamos a la
prisión a la cuál llegaríamos en breves minutos.
Capitulo 2: La
prisión derruida.
Al horizonte, alzado en una esbelta colina, se observaba un
paisaje repleto de una arboleda verdosa que se hacía más fascinante con el paso
de las horas, puesto que el anochecer se aproximaba. Justo en el centro de la
colina, observamos la silueta de lo que nos daba a entender podría ser un edificio
aislado en esa floresta gótica. Mientras nos aproximábamos al edificio, vimos
tres luces parpadeantes semiocultas tras unos árboles que destacaban por los
demás gracias a su gran tamaño. Tras un lapso de unos segundos, conseguimos
alcanzar la zona de despliegue donde los Land Speeders habían tomado la
posición. - Gran Ragnar, nuestro Señor -
dijo bajándose del vehículo el piloto líder del escuadrón Alfa. - Mientras esperábamos ocultos en éste
emplazamiento, pudimos ver gracias a los prismáticos de uso nocturno que dentro
del edificio, hacia el lado Este, se encuentra concentrado un grupo de cuerpos
humanoides sin apenas moverse del mismo sitio. Además, son bastantes los
movimientos que se ven por otras zonas de la prisión, lo cuál nos hace creer
que es muy posible la presencia de soldados Orkos que los tienen cautivos -. Ragnar,
expectativo por lo que sus oídos agudos acababan de escuchar, se mostró cauto,
reflexivo y circunspecto. -Bien hermanos,
ha llegado el momento de organizar el ataque final para lograr nuestro objetivo.
Quiero que la unidad de Guardias del Lobo lidere el ataque por la zona Oeste
para así despistar a los Orkos, atrayéndolos hacia ese lugar. Mientras, quiero
que Lupus el Sabio dirija a la unidad de Cazadores Grises hacia la zona Este de
la prisión y rescate a nuestros hermanos humanos allí confinados-.
Las palabras del Señor Lobo no se hicieron esperar. La
unidad de Cazadores Grises bajo la tutela de Lupus el Sabio se ocultó en las
sombras, de nuevo con una protección psíquica que les permitiría ocultarse bajo
esa tormenta opaca. Ragnar Blackmane dividió a las unidades que nos dirigíamos
a la zona Oeste, de forma que la Guardia del Lobo sería usada como cebo para atraer
al exterior a los Orkos. Dicha unidad entró por una especie de puerta derruida
que daba a un pasillo larguísimo que conectaba con otras tantas habitaciones.
La Guardia del Lobo, avanzando sin temor, se adentró en el pasillo mientras
nosotros formábamos ocultos en el exterior esperando la salida de los
pielesverdes. Un estruendo repentino provocado por la Guardia del Lobo en una
de las habitaciones que localizaron deshabitadas, hizo que los Orkos corriesen
desesperados hacia el pasillo central. Atravesando el fuego provocado por la
explosión de la granada, los Orkos se acercaban, dementes, a los soldados
lobunos; pero aunque el pasillo les anulaba el número, no quitó que su codicia
fuese borrada por tal situación. Se acercaron lo más que pudieron a los
Guardianes del Lobo que, guiados por las órdenes recibidas, corrieron por el
pasillo que acababan de recorrer, retomando la posición pero a su vez
disparando varios disparos de sus combilanzallamas. Al llegar a la puerta, el
fuego salía casi a la vez que los Marines Espaciales, ventanas llameantes eran
la señal de que el enemigo no se detendría a pesar de la situación. Los Orkos
llegaron a la puerta y comenzaron a salir al exterior buscando a esos humanos
que les habían sorprendido en el pasillo, pero era tarde. A pesar de que los
pielesverdes contaban con una treintena de soldados, el combate se había
desequilibrado grácias a los disparos previos al combate dentro de la prisión.
El asalto de las unidades que nos habíamos quedado a la espera de ese
acontecimiento se llevó a cabo; Ragnar Blackmane nos inspiró para avanzar hacia
esos dementes alienígenas verdosos que, sorprendidos por el ataque nocturno
hacia su prisión, se habían quedado atolondrados ante el repentino ataque de
los Lobos Espaciales. Minutos después, lo que había sido una unidad de
Guerreros Orkos, se había convertido en una pequeña montaña de cadáveres
verdosos rodeados por los casquillos de las ráfagas de bolter, y por un charco
de sangre que incluso había quedado marcado en algunas de nuestras armas de
combate.
Una vez lograda la victoria, nos dirigimos a la zona Este en
busca de Lupus el Sabio y del resto de nuestros hermanos de manada. Vimos como
se aproximaban a nosotros, guiando a todos y cada uno de los supervivientes
prisioneros, logrando así cumplir la orden que el Señor Lobo les había
decretado. -Avisad al navío para que nos
envíen ahora mismo una cañonera Thunderhawk que nos recoja de inmediato-
ordenó Ragnar Blackmane una vez había visto que el Sacerdote Rúnico estaba lo
bastante cerca como para estar bien seguro de que se encontraban todos en
plenas condiciones.
Una vez tomó tierra la cañonera Thunderhawk, embarcamos en
la nave que nos llevaría al espacio exterior para volver a nuestro planeta
natal. Nuestras dañadas armaduras alteraban esa apacible tranquilidad que
habíamos tenido horas antes de nuestro ataque, y las sombras de nuestros
bolters descargados nos animaban a ver el futuro de forma expectante. Ya en el
interior del navío espacial, cada uno de nosotros tomó asiento para descansar
durante el largo viaje que nos llevaría de nuevo a Fenris; nuestro añorado
planeta siempre nos daba ese valor que a veces se pierde cuando pasamos mucho
tiempo sin pisar sus frías tierras. La templanza que invade las calles de El
Colmillo nos renueva nuestras apetencias para volver de nuevo a la próxima
batalla con ganas de vencer hasta perder nuestro último aliento.
El espacio disforme, frío y solitario, en ocasiones queda
perturbado por explosiones provocadas por ataques de alienígenas y de
traidores, pero curiosamente, éste viaje estaba siendo bastante tranquilo.
Pasaron varios días hasta que llegamos a la frontera del sistema Fenris; desde
las ventanas del navío espacial se observaba la paz que suele haber en las
inmediaciones de nuestro añorado planeta. El crucero de asalto tomaba la
posición de aterrizaje natural adentrándose en la atmósfera álgida de Fenris
con un movimiento típico de cualquier navío dispuesto a llevar su función de
descender al lugar seguro destinado a éste fin. - Hermanos de manada - dijo uno de los pilotos. - Nos disponemos a tomar tierra. Nuestra
llegada a Fenris acaba de producirse con total normalidad -. Una vez
aterrizamos, se abrió una de las puertas de desembarco del navío y, por sus
empinados escalones, comenzamos a bajar del crucero de asalto. La bienvenida no
se hizo esperar por nuestros hermanos que nos aguardaban con total felicidad
por ver que habíamos conseguido volver con casi todos nuestros efectivos tras
resolver aquella misión. – Os habéis
ganado una cena digna de cualquier dios de la victoria - nos dijo el Señor
Lobo Ragnar Blackmane allí presente. - Así
que no dudéis en disfrutar de todos y cada uno de los manjares que saciarán
nuestro apetito -. El festín que pudimos ver momentos después era enorme;
las mesas parecían temblar cada vez que una jarra de hidromiel se posaba en
ella, y las enormes bandejas llenas de alimentos se quedaban vacías por
momentos. Fue sin duda uno de esos banquetes que jamás olvidaremos los allí
presentes.
Capítulo 3: La
visión inesperada.
- Me vais a tener que
disculpar hermanos, pero en breves momentos nos reuniremos los Sacerdotes
Rúnicos para rezar nuestras plegarias a nuestro primarca. Debo retirarme -
nos dijo Lupus el Sabio mientras le levantaba de su silla y se perdía tras una
de las puertas donde le esperaban ya varios de los Sacerdotes Rúnicos del
capítulo. Es bien sabido por todos nosotros que los Sacerdotes Rúnicos en
ocasiones son capaces de ver lugares insospechados e incluso en algunas
ocasiones pueden visionar mensajes de Leman Russ que se convierten en órdenes
para ellos y nos las transmiten a nosotros como misiones a cumplir. Los deberes
y mandamientos de nuestro primarca deben ser respetados por todos, puesto que
sabemos que grácias a ello algún día él volverá a nosotros como nos prometió
antes de desaparecer.
Pasaron las horas, y el festín llegaba a su desenlace tras
haber apurado toda la comida; incluso se podía observar que ninguna de las
jarras de la mesa tenía alguna sola gota de hidromiel en su fondo. Pero la vida
de un Lobo Espacial no es sólo alegría y diversión: el deber siempre nos acaba
volviendo a llamar. Mientras los últimos Garras Sangrientas nos levantábamos de
la mesa, se abrió la puerta por donde rato antes los Sacerdotes Rúnicos habían
entrado. Por ella salieron todos ellos menos salvo Lupus el Sabio; uno de los otros
Sacerdotes Rúnicos dijo: - no os
preocupéis por nuestro hermano Lupus. Saldrá cuando haya terminado su labor
espiritual. En estos momentos no debe ser molestado -. ¿Qué estaría
ocurriendo tras esa puerta? La incógnita misteriosa nos llegaba a todos, pero
en cambio los rostros de los Sacerdotes Rúnicos parecía sosegado, como si
estuviesen acostumbrados a presenciar trances de esa magnitud.
Esos momentos de incertidumbre común nos dejaban una letanía
que todos teníamos que pasar sosegadamente como pudiéramos. Perseverar ante
situaciones así nos dejan un mal sabor de boca, como si no supiésemos que hacer
en esos instantes. Así que cada uno de nosotros se entretuvo con lo que pudo,
mirando a los cielos, observando el movimiento de las hojas de los árboles a
través del viento, o incluso analizando el por qué el mar fenrisiano tiene esas
aguas tan purificadas. Varias horas más tarde, esa incógnita comenzaba a
romperse. – Siento mucho que hayáis
tenido que esperar tanto tiempo,
hermanos míos – dijo Lupus el Sabio nada más cruzar la puerta que acababa
de abrir desde dentro. – Como sabéis, en
algunas ocasiones nosotros, los Sacerdotes Rúnicos, tenemos esas visiones que
nos dejan como estatuas gélidas por momentos. Pues sí, he tenido una percepción
de algo insólito para mí: se trata de un mensaje de nuestro padre Leman Russ
– nos dijo a pesar de lo atónitos que nos estábamos quedando los más jóvenes
allí presentes, sorprendidos por la rareza de la situación. – Estad preparados porque … - se frenó en
sus palabras ante el Señor Lobo. – Ha
vuelto a ocurrir, ¿no es cierto?- Hablaba Ragnar Blackmane cortando las
palabras de Lupus. – Hacía muchísimo
tiempo que nuestro primarca no nos veneraba con su presencia en forma de
órdenes. ¿Qué nos pide nuestro padre?– preguntó el joven Ragnar.
Un nuevo cometido nos
espera hermanos. Nuestro progenitor nos encomienda una nueva Gran Cacería. Ha
llegado el momento en el que debemos volver a buscar a su persona, y sí, el Ojo
del Terror vuelve a ser el destino al que su guia nos llevará para buscarlo una
vez más- fueron las últimas palabras de Lupus el Sabio. Tras éste espacio
de tiempo, pasaron varios días hasta que las palabras volvieron a formar alguna
frase de su boca. Una vez escuchadas todas éstas palabras, el compromiso de
Ragnar Blackmane quedaba reflejado en sus ojos. Con un giro inesperado, se
dirigió hacia las escaleras legendarias que conducían a la sala donde el Gran
Lobo dirigía a todo el capítulo. En esa sala sólo los que han llegado al grado
de Señor Lobo o algún carácter valioso dentro del capítulo tienen el honor de
poder presenciar el vetusto despacho de nuestro querido Logan Grimnar. Minutos
más tarde, bajaba el joven Ragnar con rostro serio pero con una sonrisa
disimulada que intentaba ocultar pero que sus ojos confirmaban la evidencia. – Espero que vuestras servoarmaduras estén
listas y que los cargadores de los bolteres estén repletos de balas, porque
estamos a punto de dirigirnos hacia el Ojo del Terror. Yo seré el encargado de
llevar a cabo dicha misión. El Gran Lobo confía en todos y cada uno de
nosotros, y me ha pedido que use todos los medios que necesite- hablaba el
joven Ragnar mientras aún le faltaban varios peldaños para acabar de bajar la
escalera.
Misiones de éste tipo suelen ser escasas y solo los privilegiados
han podido tener el placer de participar en semejantes cometidos. Recuerdo que
durante nuestro adiestramiento para ser Lobos Espaciales completos, uno de los
Sacerdotes Lobo que nos instruían nos contaba historias de tiempos remotos, en
que el capítulo se vió visto a cambiar sus planes de batalla por completo para
dirigirse a otra misión provocada por una honorable visión de nuestro padre.
Todos los que éramos aprendices soñábamos con el momento de agarrar una espada
sierra y comenzar a demostrar nuestro valor en combate contra enemigos y
traidores. Palabras que quedaron marcadas en nuestras mentes y que a día de
hoy, tras el paso del tiempo, vuelven a resurgir con fuerza debido a la
actualidad del momento presente. Los preferidos del Rey Lobo, así llamábamos a
los que tenían el honor de haber participado en cada Gran Cacería. Sus nombres
no quedaban archivados en carpetas invisibles, sino que antes de partir, todos
y cada uno de los soldados escribía su nombre en la parte superior de una gran
piedra gélida; una piedra que se estaba quedando sin espacio donde escribir más
apelativos, pero que seguro que el día que esté completada, los Sacerdotes de
Hierro buscarán otra roca de tamaño similar.
Volviendo al momento donde Ragnar Blackmane nos relataba la
incumbencia que en breve nos aguardaría, todos los que nos encontrábamos allí
nos quedamos un poco estupefactos ante la rareza de la situación. Física y
mentalmente estábamos más que preparados para afrontar esa misión que nos
aguardaba, pero al tratarse de un objetivo que sólo los mejores han podido
afrontar y superar para contar más tarde, nos empezó a invadir una sensación de
poder y deber que jamás antes habíamos sentido en nuestro interior. Cientos de
hombres formábamos la compañía de Ragnar Blackmane, y estábamos dispuestos a
hacer frente a semejante momento; los servidores comenzaron a preparar todo el
equipo disponible de armas de disparo lejano y de colmillos y hachas gélidas de
combate para que no fuésemos con las manos vacías y acabásemos sorprendidos por
algún rival desconocido. La flota se estaba preparando para partir en breve,
mientras la noche llegaba a la zona de Fenris donde se encuentra el Colmillo;
una lluvia fugaz de estrellas nos guiaba y animaba a embarcar hacia ese futuro
incierto donde la guía de Ragnar Blackmane nos iluminaría en todos los más
oscuros y tétricos lugares escondidos en el infernal Ojo del Terror. Lupus el
Sabio seguiría con nosotros dándonos esa bendición psíquica de la que era
experto en manejar; confiábamos que su apoyo nos sería de gran utilidad en la
batalla, como un lanzallamas es capaz de freír a decenas de guerreros Eldars
Oscuros. Todo estaba preparado para el gran viaje que nos llevaría al
desconocido y obsoleto Ojo del Terror, donde todos los temores y pesadillas son
reales, y la cordura parece desaparecer ante los miles de enigmas demoníacos
que allí pueden llegar a pasar.
Capítulo 4: Un
nuevo enemigo.
Las tres naves de la flota que nos dirigíamos a alcanzar una
de las misiones más complicadas que jamás haya tenido que afrontar nuestra Gran
Compañía, surcaban el espacio a una velocidad vertiginosa. Es sabido por todos
nosotros que el Ojo del Terror está a cierto alcance cercano de Fenris, por
tanto no deberíamos tardar en llegar hasta allí. El espacio parecía gritar de
dolor conforme nos acercábamos a los mundos reinados por el Caos, de donde se
dice que si algo o alguien entra, jamás volverá a salir; y si lo consigue,
nunca volverá a ser como fuese en su anterior vida o forma. Unas pocas horas
más tarde, ya se observaba el gran agujero negro central que puede verse a
varios años luz, y es señal clara de que el Ojo del Terror se encuentra allí.
La compuerta de donde los mejores guerreros ocupaban su sala de la nave se
abrió, y de ella aparecieron el joven Ragnar, Lupus el Sabio y varios
Sacerdotes Lobo y de Hierro. – Señor, ya
falta poco para encontrar el lugar al que nos debemos dirigir- comentaba
Lupus el Sabio a Ragnar Blackmane mientras se dirigían hacia la cabina de
pilotos, donde finalmente entraron Ragnar y Lupus. Mirando por las ventanillas
de la nave, todos podíamos contemplar que el mal se estaba haciendo notar con
varias tormentas de lluvias ácidas y demoníacas; un orvallo de meteoritos hacía
su presencia, y las naves debían cambiar sus rutas para poder esquivar esos
destrozos espaciales. De pronto, las naves se pararon en seco a las puertas de
un planeta donde la extrañeza de su exterior nos dejaba boquiabiertos ya que
nunca habíamos visto algo así; el planeta tenía una atmósfera muy oscura que parecía
que se trataba de otro agujero negro, pero lo más extraño era que estaba
rodeado por dos anillos extrañísimos. El primero poseía una postura vertical,
era de color rojizo y ardía como si fuese fuego infernal; el segundo, el
horizontal, estaba formado por un blanco azulado escalofriante, como si de él
emanase el mismo hielo fenrisiano. Una situación tan aterradora era la que
abría las puertas a nuestra llegada a ese planeta. – Observad hermanos, ¿os parece terrorífico ese planeta? Pues preparaos,
porque es en él donde debemos aterrizar para completar las órdenes de nuestro
primarca- dijo Ragnar Blackmane nada más salir de la cabina de pilotaje. -Éste planeta esconde peligros inmundos, y
las ilusiones más incomprensibles aquí son reales. No os dejéis embaucar, y
confiad en vuestros compañeros. ¡Por Russ, armad vuestros bolteres!-. Las
palabras del Señor Lobo nos hacían olvidar que estábamos a punto de
enfrentarnos a nuestro peor destino, y ese ánimo nos volvía a sentir que
podríamos salir victoriosos de la misión y volver a Fenris a levantar una buena
jarra de hidromiel.
Las naves se pusieron en formación de aterrizaje, y todos
ocupamos nuestras posiciones. Cápsulas de desembarco y thunderhawks estaban
listas para abordar ese planeta desconocido, mientras que los ocupantes de los
mismos ya ansiábamos pisar el suelo de ese planeta. El aterrizaje fue más
factible de lo que nos esperábamos. Un planeta oscuro desde el cielo hasta su
tierra firme era lo más característico del lugar donde estábamos. Caímos en una
especie de bosque caótico donde los árboles son troncos secos y arraigados con
formas anormales debido al ambiente pérfido del caos. Una vez todos en tierra,
Ragnar quiso que fuésemos avanzando hacia el norte caminando, usando los rhinos
y land raiders como cobertura, mientras caminábamos en formación de ataque. El
suelo parecía lava en muchas zonas de un camino que nos conducía hacia un
destino incierto. De repente, el cielo empezó a graznar ya que se abalanzaba
hacia nosotros toda una bandada de cuervos demoníacos, llevados por una
ira que sólo sus ojos rojizos hacían
vaticinar. Arremetieron contra nosotros en pocos segundos, y nos agobiaban
mientras intentaban picarnos con sus duros picos que mellaban en determinadas
zonas de las servoarmaduras. De pronto, Lupus el Sabio levantó su báculo y
emitió una luz cegadora que ahuyentó a esos condenados seres de los que no
volvimos a tener presencia alguna. -Contemplad
el cielo- dijo Lupus alzando su mirada hacia arriba. -¿Verdad que es terrorífico? Doy fe de que acabaremos encontrándonos
algo aún más turbador en nuestro camino-. Sólo los años de combate hacen
que un marine espacial sea capaz de vaticinar éste tipo de acontecimientos;
Lupus había luchado contra el caos incluso en ocasiones cuando los demonios parecían
superar en varias decenas a la fuerza del sacerdote rúnico.
Continuamos el avance hasta que minutos más tarde pudimos
divisar a lo lejos una especie de ciudad o poblado ruinoso, donde se podía
apreciar en su centro una especie de edificio parecido a los que los marines
del caos usan para alabar a los dioses del caos. Una gran puerta cerrada
parecía ser la que se usaba de acceso a la ciudad derruida. De repente,
escuchamos los disparos de armas lejanas que tenían como objetivo a todos
nosotros. Una explosión de plasma abrió un agujero en el suelo donde varios de
nuestros hermanos fallecieron por el impacto; desde nuestra posición, se
divisaban a algunos aniquiladores con armaduras que combinaban el plateado con
el amarillo, tal y como hacían los Guerreros del Hierro. –Llegó nuestro momento. ¡A por ellos hermanos!- gritó Ragnar
Blackmane para que atacásemos a toda prisa la ciudad. Varias motos y land
Speeders avanzaron hacia la puerta para intentar destruirla y que al llegar
nosotros pudiésemos acceder adentro sin presión alguna. Más disparos de plasma
se presenciaban, siendo las motos ésta vez las que los sufrieron en sus carnes,
expirando tres de nuestros hermanos garras veloces. Mientras tanto, los land
Speeders con sus cañones de fusión terminaban de abrir la puerta, pero nada más
lograrlo, una explosión atronadora como de un gran fuego de artillería los dejó
desintegrados; se podía apreciar a lo lejos un Vindicator de la legión traidora
con su cañón humeante tras el fogonazo.
–Entrad sin temor, hermanos-
decía Lupus mientras creaba una tormenta de protección sobre todos nosotros. Los
disparos enemigos no lograban impactarnos debido a la ocultación psíquica que
teníamos, y pudimos entrar libremente a la ciudad ruinosa. Disparando a ambos
lados, los cazadores grises vaciaban los cargadores de sus bolteres sobre los
marines de los Guerreros del Hierro, que poco podían hacer ante unos enemigos
casi invisibles. Una unidad de garras del cielo ascendió a las torres donde los
aniquiladores habían disparado hacia nosotros, comenzando así un encarnizado
combate que los mantendría ocupados durante varios minutos, los que necesitaron
los Lobos Espaciales para deshacerse de los cinco aniquiladores; no obstante,
la unidad de garras del cielo tuvo un leve número de bajas antes de conseguir
vencer a todos los inagotables aniquiladores.
Nuestro avance hacia el edificio central era constante pero
esporádicamente nos salían al paso decenas de Guerreros del Hierro dispuestos a
detenernos. -¡Que los Razorbacks disparen sus cañones láser sobre el
Vindicator!- ordenaba Ragnar Blackmane mientras combatía a una unidad de
elegidos. Los enrabietados traidores intentaban malherir al señor lobo, pero su
saga no iba a dejar de avanzar por culpa de esos traidores; esquivando ataques
y lanzando golpes demoledores con su espada gélida, el joven Ragnar destruyó
prácticamente él sólo a esa unidad de elegidos con la que se había trabado en
combate, incluyendo a su paladín que poco pudo hacer contra el salvaje carácter
del señor lobo. Una vez mermadas las fuerzas traidoras, sólo se veía en pie al
Vindicator del caos que acabó destruido por los precisos disparos de los
razorbacks. –Nos dirigimos al edificio central. Es ahí donde nuestra misión
concluirá- nos hablaba Ragnar mientras sacaba su espada gélida del casco de
uno de los elegidos.
Piedras de enorme tamaño formaban los pilares y paredes
exteriores de ese diabólico edificio que alcanzaba una altura más alta incluso
que la de un titán; tenía forma de torre con pocas ventanas y sólo una puerta
de acceso, pero ocupaba en el suelo muchísimos metros de ancho. Nos sorprendió su
diseño, puesto que nunca antes habíamos visto algo parecido; es más, los
edificios que los traidores suelen levantar para honrar a los dioses del caos
conocidos suelen tener dibujos o formas que recuerdan a su respetado demonio,
pero en éste caso todo lo que habíamos vivido parecido a éste momento era
totalmente diferente, como si un misterio oculto bajo ese edificio nos fuese a
dejar pasmados en las horas venideras. –Cautela
hermanos, el sigilo debe ser nuestro aliado en ésta misión- murmuraba Lupus
el Sabio conforme accedíamos al edificio central. Un pasillo con habitaciones
vacías de vida a ambos lados nos llevaba hasta unas escaleras que ascendían a
una serie de pisos que posiblemente nos harían alcanzar la parte más alta de la
torre. –¡No, imposible, han conseguido llegar hasta aquí!- gritaban
desesperados algunos cuantos Guerreros del Hierro que guardaban el segundo piso
de la torre. Apoyados por Lupus, nuestra unidad de garras sangrientas se
abalanzó sobre esa decena de traidores, que poco pudieron hacer frente a
nuestros frenéticos ataques. Al fondo, vimos una especie de baúl antiguo,
cerrado con un candado roto que no nos impidió su apertura; una especie de
manuscrito ambiguo yacía en su fondo junto con varios trapos agujereados por el
tiempo. Unas letras de un idioma que jamás habíamos leído formaban un párrafo
junto a unas gotas de sangre creíblemente de algún demonio. –Yo intentaré traducirlo- nos dijo Lupus
mientras lo cogía del fondo del baúl. –Sigamos
avanzando-.
El tercer piso tenía algo extraño, ya que en la parte
central había en el suelo algo inimaginable en ese lugar: una especie de
vórtice oscuro que emanaba algunas llamaradas insignificantes. ¿Por qué estaría
allí? Pronto lo sabríamos, ya que Ragnar se acerco para observarlo y nos avisó.
–Echad un vistazo, esto no es posible. Lo
que se ve ahí abajo es antinatural-. Bajando nuestras miradas hacia el
interior de ese vórtice, pudimos ver que había varios herreros de la
disformidad tratando de implantar trozos metálicos en los brazos y piernas de
unos seres de aspecto demoníaco del tamaño de un desangrador pero de un aspecto
distinto a éste; cabezas con forma de dragón y cuerpos humanoides con pinchos
saliéndoles del pecho y espalda. Éstos seres no parecían sentir dolor mientras
los herreros disformes atornillaban a placer esas placas metálicas que
presumiblemente fortalecerían sus poderes. Un casquillo de bala de bolter que
alguno de nosotros empujó sin pretenderlo fue el que levantó nuestra posición. –Leales, son leales. No podemos permitir que
salgan vivos. ¡Activad ahora mismo a todos los demonios!- gritó el herrero
de la disformidad que parecía dirigir todo lo que allí acontecía. Los seres
extraños se alzaron de sus mesas de experimentos, miraron hacia arriba con un
odio en sus bocas que parecían las de un mastín de khorne, y saltaron hacia
arriba como si sus piernas semirobóticas tuviesen la habilidad de una diablilla
de slaanesh. En pocos segundos, una habitación que había sido reinada por la
tranquilidad se convirtió en una zona de combate donde Lobos Espaciales y esos
demonios metálicos nos enfrentábamos en unos duelos de los que jamás ningún
mortal ha tenido la suerte de imaginar.
Capítulo 5: Dos
fascinaciones.
Brutales golpes se sucedían entre nuestra fuerza de combate
y los demonios; incluso la guardia del lobo enfundada en armaduras de
exterminador parecía formada por soldados ineptos ante la astucia y deseo –Lamentarás haberlo traído-
dijo burlándose el líder de los herreros disformes, cogiéndolo del suelo y golpeando
a Lupus en el estómago. El solitario jefe se puso a leer en voz alta el manuscrito
mientras sus tentáculos golpeaban al sacerdote rúnico en el suelo.
de
esos demonios capaces de luchar contra una fuerza que les superaba en número.
Si nuestro ataque a la torre había sido formado inicialmente por cincuenta
hombres, el número de demonios era de unos veinte, aunque la rapidez de sus
movimientos de ataque parecía que no les afectaba ser superados por tantos
marines espaciales. Ragnar y Lupus, viendo que el combate era igualado pero
confiados en que lograríamos la victoria, saltaron hacia el vórtice oscuro con
la intención de acabar con los herreros de la disformidad. Mientras Lupus aterrizó
cerca del jefe de éstos, Ragnar cayó sobre uno de los otros herreros disformes
acabando con su vida; sus otros tres hermanos fueron a por él para vengar su
muerte, mientras Lupus se enfrentaba al líder de los herreros en un combate
desigualado por parte del lobo espacial que, intentando alzar su báculo, no se
fijó que el pergamino antes arrebatado se le había desprendido de uno de sus
bolsillos.
Por su parte, Ragnar Blackmane conseguía exterminar a los
otros tres herreros de la disformidad sin apenas llegar a desempeñar todo su
potencial. Tras acabar con el último de los traidores con los que combatía, se
giró hacia el duelo de Lupus y el herrero paladín momentos antes de que éste
terminara de leer el párrafo que incluía el manuscrito. De repente, su cuerpo
empezó a brillar con una luz que no llegaba a cegar pero que sí iluminó esa
zona de forma radiante; Lupus el Sabio salió despedido varios metros hacia la
posición de Ragnar. –He cometido un fallo
enorme, mi señor. Ahora los poderes de éste ser se multiplicarán- le
hablaba Lupus a Ragnar Blackmane. El paladín de los herreros se empezó a
transformar en un príncipe demonio del mismo estilo corporal de los demonios
que habían ascendido por el vórtice, pero de un tamaño bastante superior al de
éstos, con unas alas mecánicas que seguramente le darían el poder de volar. El
príncipe demonio arremetió sobre Ragnar Blackmane en un combate despiadado e
igualado que comenzaba a producirse en esa sala.
Por nuestra parte, el combate con esos demonios estaba
siendo igualado pero poco a poco se estaba decantantando a nuestro favor.
Parecía sus partes metálicas se quedaban paralizadas que por momentos y en esa
situación su defensa bajaba y los dejaba a placer de cada uno de nuestros golpes.
Una vez acabó la batalla, los supervivientes nos aproximamos al vórtice
observando el duelo bestial entre nuestro señor lobo y ese príncipe demonio,
mientras Lupus conseguía recuperarse y levantarse del suelo. –¿No perdáis ni un segundo, subid hacia la
última planta y traednos el arma que allí se encuentra. Rápido!- nos gritó
Lupus el Sabio para que nos despertásemos de ese momento estancado. Rápidamente
y siguiendo a los exterminadores de la guardia del lobo, ascendimos hacia la
cuarta planta donde, al abrir la puerta de acceso, vimos como al fondo quedaba
una especie de armario sin acristalamiento con puertas de metal y con una
cerradura soldada. Con el golpe de un hacha gélida, uno de los exterminadores
pudo romper la cerradura y abrir el par de puertas del armario; en su interior
se encontraba una especie de gran espadón gélido poseedor de una gran hoja
afilada. Para poderla levantar, hizo falta la ayuda de cinco exterminadores
pues el arma era muy pesada. Una vez sacamos ese espadón del aparador, bajamos
los escalones del pasillo para volver a esa tercera planta donde el resplandeciente vórtice seguía
ardiente y a la vez relampagueante. Al asomarnos por el agujero, el combate
entre Ragnar Blackmane y el Príncipe Demonio parecía haber llegado a su apogeo
cuando el demonio soltó un violento y feroz golpe con uno de sus puños que el
joven señor lobo no pudo esquivar; el impacto dejó marcada la forma de su mano
cerrada en la armadura de Ragnar, lo que le provocó pasar unos segundos en los
que apenas podía respirar. Lupus, en otro rincón de la sala, apenas podía
moverse del suelo; sólo
su cabeza mirando hacia nosotros parecía ser el único movimiento que su endeble cuerpo era capaz de producir en esos instantes.
su cabeza mirando hacia nosotros parecía ser el único movimiento que su endeble cuerpo era capaz de producir en esos instantes.
De repente, el báculo rúnico de Lupus comenzó a brillar tal
y como lo hizo cuando aquellos cuervos nos atacaron al pisar el suelo de ese
planeta, y el Príncipe Demonio se detuvo girando su cuerpo hacia Lupus. –Bonita arma humano, quedará genial en la
sala de trofeos de mi dios jajajaja- se burlaba el Príncipe Demonio mientras
completaba su movimiento hacia la zona donde se encontraba el sacerdote rúnico.
–Reza lo que sepas a tu querido primarca
porque, aunque hace poco haya pasado por éste planeta, su incontrolable
voluntad le hizo volver a desaparecer en la penumbra-. ¿Qué fue lo que
quiso decir el demonio? ¿Realmente el gran Leman Russ había pasado por allí
tiempo antes de que llegásemos nosotros? Ya sabemos que un demonio conoce cada
uno de nuestros pensamientos, y no titubea si tiene que decirnos un puñado de
mentiras con tal de intentar que el pánico nos invada. No estábamos seguros,
pero ese arma que acabábamos de encontrar era exactamente idéntica a la que
portaba Leman Russ en la estatua que hay en su palacio en El Colmillo; una
estatua de hielo que fue creada al más minucioso detalle para que fuese lo más
exacta al gran primarca.
Observando la espada, Lupus el Sabio se agarró a su báculo,
se comenzó a levantar mientras el demonio continuaba caminando pausado hacia
él. Él báculo seguía brillando y, al cogerlo Lupus, su poder volvía a estar
completo. De repente murmuró unas palabras que empezaron a crear un torbellino
en esa habitación espantosa donde las cadenas oxidadas parecían quebrarse
debido a la ráfaga del poder del sacerdote rúnico. El Príncipe Demonio se quedó
paralizado unos segundos antes de decir: -¿Crees
que con esto vas a vencerme, humano?-. –Nunca te dejes engañar por el aspecto
de un lobo espacial magullado, o lo acabarás lamentando- le respondió Lupus
el Sabio. El tornado terminó de formarse, pero apenas levantaba tres metros de
alto desde el suelo; dirigiendo su bastón hacia delante, el sacerdote rúnico
hizo que el tornado fuese directamente hacia el Príncipe Demonio, pero apenas
le rozó. –Ya te advertí que no podrías
dañarme con ese cosquilleo de viento- le recriminó el demonio que seguía su
avance hacia Lupus. –Eres tú el que ha
pensado que el tornado era un ataque- sorprendiendo el Sabio con éstas
palabras a todos los que podíamos escucharle. El poder en forma de tornado
alcanzó a Ragnar Blackmane que aún continuaba dolorido por el golpe antes
recibido; a la espalda del demonio, el torbellino comenzó a levantar a Ragnar
Blackmane hasta que pudo ascender fuera del vórtice donde nos encontrábamos
nosotros, dejando al señor lobo en el suelo y boquiabierto al ver de cerca el
espadón que acabábamos de recuperar. –Por
el Emperador, pero si es Mjalnar. Es imposible- dijo Ragnar Blackmane al
observar por completo dicha espada. Era bien sabido por todos nosotros que
Mjalnar era la espada gélida que el gran Leman Russ portaba cada vez que
combatía, al escuchar su nombre saliendo por la boca de Ragnar Blackmane todos
nos quedamos asombrados al relacionar ese nombre con el espadón.
De repente, Ragnar Blackmane comenzó a quedarse estancado
mientras su cuerpo parecía cubrirse de una fina capa de hielo que le llegaba
desde los pies hasta el último pelo de su negra melena. Pasaron unos minutos
hasta que de nuevo pudo moverse puesto que el hielo que le cubría se comenzaba
a derretir. –Rápido hermanos, moveos deprisa, debemos salir de éste edificio-
dijo el joven Ragnar a todos los que estábamos allí. –Pero señor, que ocurre con el hermano Lupus?- le pregunté yo
puesto que todos sabíamos que el sacerdote rúnico aún estaba recibiendo golpes
del Príncipe Demonio en ese agujero. Justo cuando terminé mi pregunta, vimos
cómo emanaba del vórtice un nuevo destello de iluminación hacia fuera del
mismo, que nos dejó cegados por unos segundos a pesar de que estábamos
retirados a varios metros del vórtice. Una vez recuperamos la visión, el
agujero no estaba y el suelo de madera crujiente se mantenía en toda la
habitación incluso en la parte donde se encontraba antes el agujero. –El hermano Lupus se ha sacrificado por
todos nosotros. Ha conseguido que ese Príncipe Demonio jamás salga de esa
dimensión que estaba comenzando a crear. Cuando me habéis visto en ese estado
tan extraño como si mi cuerpo se congelara, era porque Lupus mentalmente se
estaba comunicando conmigo y me decía lo que tenía pensado hacer- se
expresaba Ragnar Blackmane al ver nuestras miradas extrañas y llenas de
preguntas.
Estancados por la situación que acabábamos de presenciar, el
señor lobo se irguió y dio un paso adelante hacia la zona donde se encontraban
las escaleras. -Vayámonos, hemos logrado
nuestra misión. Que dos cazadores grises ayuden a los exterminadores para que
el transporte del espadón sea más rápido- nos ordenó el joven Ragnar
mientras descendíamos hacia salida del edificio. Una vez fuera del mismo,
pudimos apreciar como una de nuestras cañoneras Thunderhawk aterrizaba a
nuestro lado para transportarnos a la flota espacial. Una vez embarcados en la
nave espacial, nos pusimos rumbo a Fenris. El señor lobo nos animó por la labor
que acabábamos de realizar para lograr nuestro objetivo, y fue el que vigiló
personalmente a Mjalnar hasta llegar a nuestro frío planeta. Horas después
nuestro sistema planetario se apreciaba en los radares de la nave, y el
aterrizaje se llevó nada más entrar a Fenris. Al descender por la compuerta de
descenso a tierra firme, pudimos observar como el gran lobo Logan Grimnar y su
guardia del lobo personal formaban una cálida bienvenida junto a todos los
hombres de las demás grandes compañías; Todos se arrodillaron cuando vieron a
los exterminadores de la guardia del lobo y a Ragnar bajar con el espadón
gélido que había usado hace cientos de años nuestro primarca. –Habéis logrado una de las más grandes
misiones que jamás haya tenido que soportar nuestro capítulo. Nuestro primarca
estaría incluso más orgulloso que yo de vuestra labor. Llevad el arma al
palacio del gran Leman Russ y dejadla en la estantería que él mismo usaba para
mantener esa espada cuando no combatía- ordenó Logan Grimnar a los que
portaban el arma de nuestro primarca. El mismo gran lobo acompañó a Ragnar y a
sus exterminadores hasta el palacio del rey lobo donde Mjalnar quedó finalmente
aposentada en ese mismo estante que guardaba la forma exacta del arma que
encajó perfectamente como si los siglos no hubiesen pasado para ella.
El festín no se hizo esperar, y todos los marines espaciales
que en ese momento nos encontrábamos en el Colmillo nos reunimos en el gran
salón donde las mesas son tan interminables como una manada de lobos
fenrisianos. –Quiero decir unas palabras
antes de que empiece el banquete- dijo Ragnar Blackmane levantándose de su
asiento personal. -Espero que jamás
ninguno de nosotros olvide a nuestro hermano Lupus el Sabio que se sacrificó
para que los hombres de mi compañía y yo pudiésemos salir con vida de ese
diabólico planeta. Que el Emperador le acompañe allá donde se encuentre ahora-.
Tras el término de sus palabras, el joven Ragnar se sentó y fue el primero que
alzó su jarra llena de hidromiel fenrisiana para que todos le siguiésemos, y el
duelo de tragaldabas entre el gran lobo y el joven Ragnar nos hizo a todos
comer como nunca.
Seguramente el futuro nos traiga aún más luchas sin cuartel
y batallas encarnizadas que dejen ésta última como un simple anécdota, pero los
lobos espaciales estaremos ahí afrontándolas porque sabemos que poco a poco se
acerca la fecha final y debemos estar dispuestos a dar nuestras vidas en
combate para que nuestro primarca se sienta orgulloso de nosotros el día que
vuelva de su letargo pasadizo de la vida que le ha llevado a mundos lejanos o
que simplemente él mismo ha querido que sea ese su destino. En cuanto a lo que
concierne mi deber en el capítulo, espero poder continuar combatiendo a
nuestros enemigos y así demostrar a mis señores lobo que puedo formar parte de
los cazadores grises el día que ellos así lo dispongan.
Palabras del Garra Sangrienta Bulfrek tras la
recuperación de Mjalnar en el Ojo del Terror.
Anda, así que era tuyo?
ResponderEliminarxDDDD ya decía yo que me gustaba mucho jajajaja
Mea culpa jejeje.
EliminarGrácias por tu voto, y me alegro de que te haya gustado =D
Si te digo la verdad, la parte final del relato se me fue viniendo a la cabeza (al menos algunas partes), pero la idea de que fuese contra unos Demonios que el Caos estaba a punto de mandar por la galaxia por primera vez cuando la pensé sabía que era la propia para que la trama fuese en torno a ellos.
Si queréis que os de más opiniones del relato sólo preguntadme =)
Me ha gustado mucho, aunque quizás un pelín largo. En comparación, el mio era como la mitad de largo que éste :D
ResponderEliminarGrácias Zman. Bueno, yo es que intento abarcar mucho, por eso ésta vez me ha salido tan largo jajajaja.
EliminarCierto, es más amplio que el tuyo, y bastante más que el primero que mandé al 1er Certamen =)