Diezmados por semejantes e infinitos disparos, los Lobos Espaciales habían conseguido sobrevivir a pesar de la enorme cantidad de enemigos que tenían ante sí. Apoyados por sus Predators, los Garras Sangrientas que formaban unidad junto a Lukas asaltaron a la unidad de Brujos y el Vidente Eldar. Poderes psíquicos por doquier no bastaban para acabar con todos los Marines Espaciales. Pero el arte de la guerra es sinónimo de los Lobos Espaciales; éstos, sin titubear, blandieron sus espadas que, rugiendo de rabia, se clavaban en los cuerpos de los hechiceros Eldars. Viendo la superación de los humanos y, atónitos ante la salvajada del combate encarnizado, el Vidente se concentró para susurrar una especie de conjuro, segundos antes de que Lukas le agarrase con su garra de lobo y aplastase su boca para que no pudiera hablar más.
Derrotado y sin vigor, el cuerpo moribundo del Vidente yacía en el suelo ardiente del desierto. Las arenas movedizas fueron arrastrando su cadáver hasta llevarlo a su feudo. Pero, a pesar del golpe, los Eldars no estaban vencidos. Una sombra gigantesca se acercaba a los Lobos Espaciales, blandiendo una espada de tales dimensiones, que se igualaba en tamaño a un C´Tan necrón. El Caballero Espectral acababa de aterrizar para ayudar a sus hermanos psíquicos, pero había llegado tarde: se encontraba sólo ante el ataque de los Garras Sangrientas y los disparos de los tanques lobunos. Un disparo de lanza brillante hizo explotar al Predator que, con sus cañones láser, había debilitado a la monstruosidad Eldar.
Alzando la espada, el Caballero Espectral logró acabar con cinco de los Garras Sangrientas, dejando muy debilitada a la unidad de Lobos Espaciales, dejando a los supervivientes en estado de shock. Se acabó, no permitiré que extermines a todos mis hermanos - dijo Lukas el Tramposo dirigiéndose al gigantesco Eldar. Sus ataques apenas hacían mella en la abominación. Lukas logró esquivar un golpe del Caballero Espectral que, de haberle alcanzado, le habría partido en dos. Decidido a no ver a su unidad asolada, El Tramposo decidió golpear con su garra a pesar de saber que poco podría hacer. Pero se guardaba un as en la manga; no le llamaban el Tramposo por casualidad.
